A menudo quedamos cautivados por los colores que presentan algunos minerales. En muchos casos, hay especies cuyo color, además de característico, no varía. Tal es el caso de la Malaquita, Azurita, Rodocrosita, Eritrina, Calcopirita, etc.. Sin embargo, en numerosas ocasiones, la presencia de algunos elementos en la composición de algunos minerales modifica la tonalidad cromática, si bien la cantidad del elemento o elementos “invitados” no siempre son lo bastante apreciables para cambiar la fórmula específica. A continuación citamos algunos de los ejemplos más característicos:
- Color rojo. Viene condicionado en especial por la presencia de hierro. El ejemplo más característico lo encontramos en el Jacinto de Compostela, variedad de cuarzo típico del levante peninsular.
- Color violeta. Esta tonalidad se debe a la presencia de cobalto y también manganeso. Aunque también, como es el caso de las amatistas bolivianas, deben su coloración a una serie de alteraciones en su estructura molecular durante su formación. Un buen ejemplo son los cristales de Vesubiana de la Jeffrey Mine, de Canadá, o algunas Adaminas de Mapimí.
- Color rosa. El manganeso y el titanio son los principales responsables de esta coloración, y en menor medida, el cobalto. Ejemplos: Rodonita, Cuarzo rosa, Calcita (Mn).
- Color verde. Dos son los principales metales que proporcionan este color: el níquel y el cromo. El primero da unos tonos normalmente suaves, como es el caso de la Calcita (Ni) o la Annabergita. El cromo en cambio suele dotar a los minerales portadores de tonos más intensos. Es el caso de la Esmeralda, la Uvarovita (Granate cromífero) o el Diópsido (Cr)
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